Sobre la Tradición
Los procesos geométricos a los que hacemos referencia aquí proceden de una Tradición. Nacen de la contemplación de la Naturaleza – en todas sus dimensiones - y, por extraño que pueda resultar, son procedimientos concretos que están presentes en la construcción de recintos sagrados en todas las regiones del mundo y desde tiempo inmemorial.
Como toda Tradición, su transmisión ha sido oral, pero los indicios de su conocimiento pueden rastrearse desde la Antigüedad. Están ya presentes en las alineaciones y orientaciones de los monumentos megalíticos y, por supuesto, en los fenómenos constructivos del antiguo Mediterráneo Oriental.
Los indicios escritos son igualmente antiguos. Plutarco asimila el simbolismo de las divinidades Osiris-Isis-Horus a las dimensiones del “triángulo 3-4-5” (cuyo conocimiento está documentado en Sumer y Egipto, aunque Occidente lo atribuya a Pitágoras). Platón (+347 a.J.C.), de quien se dice que mandó grabar en el dintel de la puerta de su Academia la famosa frase “Que nadie entre aquí si no es geómetra”, menciona puntualmente algunos de estos procesos geométricos en varios de sus célebres “Diálogos”, sobre todo en “Timeo”, aunque posteriormente, en su famosa Carta VII, advierte sobre el peligro de la transmisión por medio de la palabra escrita. Dos siglos más tarde, Teón de Esmirna atribuye a Platón este párrafo explícito:
“¿Acaso no sabéis que los geómetras utilizan las formas visibles y hablan de ellas, pero en realidad no se trata de ellas, sino de esas cosas de las que son un reflejo, y estudian el cuadrado en sí y la diagonal en sí, y no la imagen de ellos que dibujan? (…) Lo que realmente buscan es poder vislumbrar esas realidades que solo puedan ser contempladas por el alma”.
Parece que, tras la eclosión edificatoria del Imperio Romano, la Tradición se refugió en la región lombarda del lago de Como, desde donde los maestros constructores – mencionados ya en el Edicto del rey Rotario en el 643 - expandirían después el Primer Románico por toda Europa. Pero probablemente la Tradición persistía también aisladamente en otros lugares del continente europeo: los canteros franceses que trabajaron según “la costumbre antigua” (“more antiquorum”) son mencionados en la consagración del monasterio de Jarrow por el rey Egfrido de Northumbria, a finales del siglo VII.
Volvió a surgir con fuerza en la Edad Media. Aparte de todo lo que lo evidencia grabado en piedra, se conservan además algunos cuadernos de bocetos medievales donde se aprecia claramente la utilización del Trazado: el del maestro picardo Villard de Honnecourt (c. 1175-1240) donde aparecen “…los trazos, tal como el arte de geometría lo ordena y enseña”, y los tratados de algunos maestros de obras del gótico alemán, como los que Matthäus Roriczer, maestro de obras de la Catedral de Ratisbona, publicó a finales del siglo XV: opúsculos con ejercicios geométricos sobre el mismo Trazado, aunque sin mencionarlo explícitamente.
Indicios gráficos de la presencia del Trazado tradicional siguen apareciendo en el Renacimiento: en algunos bocetos del “Códice Atlántico” de Leonardo da Vinci, y otros más entre sus coetáneos: Luca Pacioli (reelaborando a “Fibonacci” y a su maestro Piero della Francesca) y Alberto Durero. En España los guiños son especialmente interesantes en los maestros Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Herrera.
A partir del siglo XVII la progresiva secularización de la sociedad y algunas circunstancias históricas específicas acabaron provocando que la transmisión tradicional se debilitara. Sin embargo sobrevivió fragmentada, en especial gracias a la pervivencia de sociedades herederas de las antiguas hermandades gremiales, en particular los “compagnons”, en los países de habla francesa, y los “wandergesellen” en el norte de Alemania.
Hoy el Trazado tradicional continúa entre nosotros, sobre todo en el terreno de lo operativo, gracias en especial a la inmensa labor de reunificación llevada a cabo por Raymond Montercy, y la comprensión de lo heredado.